domingo, 14 de agosto de 2016

165. Belén de Otrabanda en Medellín

(Nota: Este texto hace parte de un proyecto inédito para un libro sobre la otra banda del río Medellín u occidente de la ciudad, y circuló privadamente en un concurso convocado en agosto de 2012 en el que no resultó favorecido).

BELÉN DE OTRABANDA EN MEDELLÍN
–DE ALDEA EXTRAMUROS
A COMUNA BARRIAL DE LA CIUDAD–

1 BELÉN DE OTRABANDA

Allá está Medellín, la hermosa villa”, exclamaron en el cerro del Picacho los paseantes, a poco de pasar por San Cristóbal, y se detuvieron a divisar la ciudad que está a sus pies “muellemente tendida en la llanura”.(1)

¡Miren! Al lado del cerro Volador está el Estadio; atrás, el cerro Nutibara; arriba del Estadio está el barrio La América; después de La América se ve el barrio Belén; y, detrás de Belén, Morro Pelón o Cerro de las Tres Cruces.

Los cerros tutelares de occidente, junto con el Cerro del padre Amaya que no vemos porque está en la vereda Palmitas de San Cristóbal. Ni el de Morro Pobre o Cerro de los Adventistas en La Castellana, que no cuenta porque es apenas una colina.

La vista panorámica de la extensamente poblada ciudad es imponente; y, después de contemplarla, los viajeros siguieron su recorrido hacia el predio lechero de los hermanos Federico y Hernán Velásquez Restrepo en el corregimiento bellanita de San Félix.(2)

Al caer la tarde, sentados bajo los pinos, y cobijados por un frío calador, los hermanos conversaban con su invitado Orlando Ramírez Casas.(3) Un vaho de espesa neblina se colaba por entre las ruanas, y una fumarola acompañaba sus palabras. El tema era, como es frecuente en hombres de su edad, aquello de que “todo tiempo pasado fue mejor”. Los dientes castañeteaban, y los Velásquez no tuvieron que rogar al invitado con la propuesta:

¡Tomémonos un aguardiente! 

Hicieron ademán de brindis, y Orlando se dejó venir con la pregunta:

¿Es cierto que sus abuelos fueron dueños del antiguo Belén de Otrabanda?

Federico, el menor, miró a su hermano:

Sí lo fueron, pero el que sabe de eso es Hernán, puesto que de niño acompañó los recorridos que hacían, a pie y en bestia, por caminos finqueros de lo que hoy son barrios de La América y Belén. A mí no me tocó.

Entonces fueron terratenientes, con tantas propiedades –dijo Orlando.

Terratenientes cuya riqueza no llegó a nosotros porque la fortuna cambió de rumbo, y las tierras cambiaron de dueños –respondió Hernán.

Hernán Velásquez Restrepo es un hombre de 75 años y contextura media, más delgado que grueso. De estatura mediana, coronada por una calva raleada de canas, y un cartapacio de recuerdos que afloran al menor estímulo. Al empezar a hablar, puso ojos de nostalgia y dejó ir la mirada hacia el pasado. 

Es hijo de don Ezequiel Velásquez Medina y doña Aura Restrepo Velásquez; parientes lejanos que no necesitaron dispensa para casarse. Cuando nacieron los padres de Hernán, partes de La América y Belén habían sido urbanizadas, y lo de las fincas había venido a menos. Sin embargo sus abuelos, que conservaban algo de esas tierras, le contaban al nieto sobre los tiempos que les tocó vivir en la niñez.

Sólo Belencito se dividió en tres propiedades de doña Camila Tobón Castilla, la esposa de don Enrique Sanín Arango (hoy Convento de la Madre Laura); doña Margarita Posada Amador, esposa de don Ignacio Vieira Jaramillo y nieta de don Carlos Coroliano Amador (Barrio Santa Mónica); y los que le vendieron a los Adventistas del Colegio Colombo Venezolano, Gilberto y Emiliano Sierra Velásquez, llamados “Los gavilanes” (Urbanizaciones Laureles Campestre, Plaza Campestre y Río Campestre),(4) de los mismos Velásquez de nosotros.

Contanos pues, Hernán, lo que sabés sobre estos barrios que antes andabas a caballo, y ahora recorremos en automóvil por vías pavimentadas. ¡Contá, pues!

2 ENCIMA DEL BATOLITO DE ALTAVISTA

Aunque en 1803 el Cabildo aprobó la erección del Partido de la Iguaná, desmembrándolo de La Culata (hoy San Cristóbal) y dando comienzo al poblamiento del occidente de Medellín, la urbanización masiva sólo se dio a mediados del siglo XX:(5) 

Hacia 1940-50 la ciudad se vuelca a la Otra Banda e incorpora tempranamente dos aldeas, La América (antes La Granja) y Belén (antes El Guayabal), que se habían desarrollado durante el siglo XIX. Posteriormente incorporará a Robledo, Bello, El Poblado, e Itagüí; y está en proceso de incorporar a Envigado, Sabaneta y San Cristóbal. Estos tenían ya una estructura parecida a la del viejo Medellín y a la de los nuevos barrios: una plaza con iglesia y unas pocas calles alrededor”.(6)

Belén y La América dejaron de ser corregimientos para convertirse en barrios según el acuerdo 142 de 1938 del Concejo de Medellín, pero devolvámonos un poco en la historia para explorar el territorio, Orlando.

Los territorios, Hernán, son como bulbos de cebolla de los que uno sólo ve la última capa cubierta de tierra, pero a medida que va quitando capas van apareciendo otras, y otras, y otras, hasta llegar al corazón, ¿No te parece?

Tu ejemplo encaja, y uno a medida que quita capas, de generación en generación, no deja de llorar por el pasado, echándole la culpa a la cebolla.

Esta tierra se asienta sobre una gran roca volcánica que los geólogos llaman “Batolito de Altavista”, una placa pétrea con área equivalente a un cuadrado de 9 km de lado, situada “entre el Barcino del valle de la quebrada doña María y el barrio de Belén”. Esta placa es “una inmensa roca ígnea intrusiva de material de cuarzodiorita tipo boquerón, de aproximadamente 83 km2, formada hace millones de años en la edad eoterciaria del período cretácico...(7). Para cuando los aborígenes llegaron a asentarse sobre esta roca ígnea, ya estaba cubierta por una gruesa capa de tierra y vegetación, lo que les permitió tener sembrados de pan coger para vivir (fríjol, arracacha, maíz, legumbres), hasta que los españoles se apoderaron de sus tierras y los exterminaron. En este tiempo, de antes y después de Cristo, la placa intrusiva lo que ha hecho es cambiar de dueños.

De dueños sí cambió, Hernán, pero no siempre de forma pacífica y con firma de escrituras. A veces a punta de flecha y bala, sellada con sangre.

Se dice que “Hace 10.500 años el Valle de Aburrá era recorrido por tribus de cazadores y recolectores, y cuando llegaron los conquistadores españoles en 1541 encontraron asentada una población nativa numerosa, que opuso poca resistencia. Eran aburraes, yamesíes, peques, ebéjicos, noriscos, y maníes; que, se calcula, estaban allí desde el siglo V a.C”.(8) 

Poca resistencia no opusieron, Orlando, sino mucha; pero estaban en desventaja al cruzar flechas con balas, lo que equivale a armarse uno con un palo de escoba para enfrentar a un elefante furioso.

Los españoles que llegaron al Valle de Aburrá, “veinte infantes de a pie y doce hombres de a caballo”, fueron atacados por indígenas en una guazábara que duró tres horas “É aquel mismo día, en la tarde, los naturales se tornaron á rehacer é se juntó un escuadrón de fasta tres mil indios é vinieron fasta junto al pueblo que echaban los dardos é tiraderas dentro dél; y como el dicho Jerónimo Luis Tejelo vio que los indios tornaban, dejando recado en los heridos con la demás gente, salió otra vez á los naturales, é tuvo con ellos otra guazábara, que duraría hora y media”.(5) O sea que muy a la entrada del valle había un caserío donde los indígenas tenían sus “asientos viejos”, y desde donde echaron dardos y tiraderas a los intrusos. Si tres mil hombres dotados con armas conocidas, son incapaces contra treinta y dos barbados que traen caballos y truenos desconocidos, eso sí es como para desanimar al más valiente, y no queda otro remedio que el suicidio o la esclavitud. Eso hicieron, y así acabaron.

Me ha dado por pensar, Hernán, que si los indígenas fueran fuertes y numerosos podrían declararnos la guerra para recuperar lo suyo. No sería la primera vez que esto ocurriera. Ya pasa entre israelíes y palestinos, que desde mediados del siglo XX se disputan el mismo territorio… Qué digo… ¡Desde hace siglos de siglos!

En juicio que en 1543 le hicieron al mariscal Jorge Robledo en Valladolid por desacato al gobernador Sebastián de Belalcázar, hizo relato de sus andanzas y adujo que “los indios de estas provincias estaban muy rebeldes y no quisieron venir de paz y por no les hacer guerra no quise entrar en ellas y pasé al río grande de aquella banda sin riesgo alguno”. Robledo desistió de perder tiempo en estas cercanías, por haber encontrado “grandes casas abandonadas y caminos tajados en roca… y quienes los habían fecho debía ser mucha posibilidad de gente”.(5)

Robledo no fundó ciudad en el Valle de Aburrá porque no encontró oro, porque la quería más distanciada de Belalcázar, porque no tenía suficiente gente para fundar dos ciudades, y porque los aburraes opusieron mucha resistencia.(5)

Al rematar la avenida 33 por el occidente, y por culpa de un caballo que se fue a un hueco, excavadores urbanos del cerro de los Adventistas encontraron en el 2010 unas tumbas indígenas. “En una yacía el esqueleto casi desintegrado de un hombre, que vivió hacia 1540. Fue enterrado en posición fetal con un volante de huso, instrumento que usaban para transformar el algodón en hilo… Todo reafirma la tesis de que los antiguos habitantes de este valle eran tejedores y agricultores… para los historiadores y estudiosos de la cultura es un verdadero tesoro que permite conocer cómo vivían los antepasados”.(9)

Era 1540 y, cuando murió, estaba a menos de un año de la llegada de los españoles, Hernán. Se escapó por poco de morir de “guazábara” y de que los españoles “comieran del muerto”, forzados por su necesidad de proteínas.

La primera vez que los vieron, los aburraes se enfrentaron a los españoles. En la ferocidad del encuentro pelearon tan furiosamente con sus flechas que fueron “capaces de matar y comer del muerto”, como solían hacer con sus enemigos; pero, al verse perdidos, optaron por ahorcarse con sus maures, porque no querían ser esclavos de los barbados que blandían truenos. Los indígenas enterraban a sus difuntos en promontorios, para que sus huesos pudieran quedar más cerca de los dioses y descansar en paz. Los españoles también “mataron y comieron del muerto”. Con perdón del Señor, no era cosa de dejarse “morir de hambre junto a la fuente”, habiendo tanta comida que se comerían los gallinazos o los gusanos.

¿Cómo llegaron los españoles a estos lados, hombre Hernán?

Siguiendo el río grande de Santa Marta Magdalena o río Cauca desde Cali, aquel que los indígenas llamaban Bredunco, el mariscal Jorge Robledo llegó en julio de 1541 al pueblo de Amagá, cerca del que los indios beneficiaban un ojo de agua salina, “que se dice en su nombre `Murgia´ e nosotros le pusimos `de la sal´…”.(10) Luego se apodó “de las Sepulturas” por encontrar guacas o tumbas de barro enterradas en una colina que “ocupaba más de una cuadra cuadrada en el alto llamado del Tablazo”. Con el tiempo se llamó “Guaca”, y después San Rafael de Heliconia, por la parroquia allí asentada.(11) 

A Heliconia lo tenemos detrás, Hernán. Basta subir por Altavista el curso de la quebrada Buga, o por Aguas Frías el de la quebrada La Picacha, y desde el cerro de El Barcino se ven las montañas de Guaca. Nosotros vamos allá en carro, pero los indígenas iban y venían a pie, como si nada.

Por Altavista aún se ve un pequeño tramo de la vía trazada por los indígenas y empedrada con lajas. Camino de aquellos que describía Pedro Cieza de León como “de piedra tajada, hechos a mano, más anchos que los del Cuzco”.(10)

3 LLEGARON LOS BARBADOS

El mariscal Robledo mandó a Jerónimo Luis Tejelo con sus treinta y dos hombres, y estos subieron por el Alto de las Cruces-Quebrada Larga-El Barcino y Altavista para descubrir el valle de Aburrá de los yamesíes, la tribu que lo habitaba. Al bajar desde El Barcino hacia el río que veían correr de sur a norte por el valle de los aburraes, en cercanías del cerro Nutibara y aproximadamente donde hoy está el aeropuerto Enrique Olaya Herrera, fueron atacados y pidieron auxilio al mariscal Robledo que se vino “con todo el Real”, o sea con todos sus hombres, a prestar apoyo para vencer a los nativos parapetados en sus “asientos viejos”. 

O sea que el primero en llegar fue Tejelo, pero luego vino el mariscal Robledo con toda su gente y aquí acamparon, ¿Verdad?

Acamparon por casi un mes durante el que el capitán Diego de Mendoza fue enviado en busca del “dorado” con los tesoros de Arví, que sospechaban en ruta traversa hacia el río grande de Santa María la Magdalena, que los indígenas llamaban Yuma; pero se regresó del Valle de San Nicolás de Rionegro, por haber encontrado nada de oro y “mucha posibilidad de gente”. Sardella dice que “se partió de aquella provincia de Aburrá otro día después de San Bartolomé”,(10) por lo que el Valle de Aburrá fue rebautizado con el nombre del santo el 24 de agosto de 1541, un día antes de la partida. Durante la permanencia se reporta la misión por veinte días de la expedición de Diego de Mendoza, y la decisión de Robledo de regresar al río Cauca, ya que había venido a buscar oro y no lo encontró. Dos meses y medio después fue la primera fundación de Santa Fe de Antioquia, pero esa ya es otra historia.

Algunos historiadores confunden entre sí a Álvaro de Mendoza Carvajal y a su primo Diego, que venían con Robledo; y los confunden con Alonso de Mendoza Carvajal, encomendero de Tubará cerca de Cartagena. Son parientes, pero son distintos. 

En resumidas cuentas, el ingreso de los españoles al Valle de Aburrá se produjo por donde hoy es Altavista de Belén, y de eso no hay duda.

Sí la hay, pero esa es la hipótesis más aceptada.

El Valle de Aburrá estaba dividido en dos: la banda derecha del río, hacia las montañas de oriente; y la banda izquierda, la otra banda, hacia las de occidente. Para 1574 La Real Audiencia concedió a don Gaspar de Rodas merced de tres leguas de tierra entre montañas, desde el Ancón de La Estrella hasta el de Barbosa en El Hatillo, suficientes para ser considerado el primer dueño hispano de “la bella villa”.

Antes de ser de tus abuelos, La América y Belén fueron de don Gaspar de Rodas, ¿es cierto, Hernán?

Lo es. Y después fueron de don Alonso López de Restrepo Méndez, mi antepasado.

También mío, pues tengo sangre de Restrepo. Según el Dr. López de Mesa, “todos los antioqueños somos primos”. Los apellidos se cruzan unos con otros.

Hay quien dice que, a la hora de la verdad, todos tenemos como trastatarabuelos a un conquistador español y una indígena de la servidumbre; y entre los ancestros vergonzantes a un cura doctrinero y una esclava.

El apellido Restrepo tiene un solo origen: don Alonso López de Restrepo Méndez y don Marcos López de Restrepo Águila, dos primos llegados de España al Valle de Aburrá en 1646, que estuvieron en el gabinete de gobierno de don Miguel de Aguinaga en 1675 cuando se dio inicio a la vida política de la Villa de Nuestra Señora de la Candelaria de Medellín. Don Marcos no tuvo bisnietos hombres, sólo bisnietas, y hasta ahí llegó el apellido por parte suya. Los demás Restrepo descienden de don Alonso, propietario en la otra banda del Valle de Aburrá. 

Dicen los taxistas, muy chistosos, que “en Medellín hay más hoyos, que Jaramillos”; y yo creo que hay más Restrepos que Hoyos.

En cuanto al apellido Velásquez en la Otrabanda, su origen pudo ser el primer marido de doña Marcela de la Parra y Márquez de Fontidueña, apodada “la cacica”, quien por haber sido su dueña dio primer nombre hispano al Cerro Nutibara.(12)

Es posible que nuestro Velásquez venga del condueño del “Cerro Marcela de la Parra”, hombre Orlando, pero de eso no estoy seguro.

Pudo ser ese Alonso Velásquez de Obando Mera, que venía del viejo Arma y se casó con doña Marcela en 1645; u otro descendiente del capitán Alonso de Velásquez que en 1544 era regidor de la recién fundada Santafé de Antioquia. 

Es que el de Arma desciende del de Santafé. Son de los mismos. Doña Marcela es conocida como terrateniente de la Otrabanda del Valle de Aburrá y figura como hija de la mestiza Leonor Márquez de Fontidueña en su primer matrimonio con el tunjano Juan de la Parra, padre por adopción; pero el correo de las brujas la atribuye al cura doctrinero del resguardo de San Lorenzo, el padre Facundo Ramírez Herrera, rico hacendado a quien algunos llamaron “Padre Fecundo” por sabérsele de por lo menos ocho hijos tenidos con distintas mujeres. Todo se sabe y nada hay oculto bajo el sol.

Con el correr de los años el padre Facundo llegó a ser hombre de gran fortuna económica, poseyendo una estancia de pan y caballería en el Valle de Aburrá con 26 esclavos… En los estudios genealógicos realizados por Rodrigo Escobar Restrepo aparece el padre Ramírez Herrera cuando en 1647 da 500 pesos de dote a Marcela de la Parra Márquez para su matrimonio con Alonso de Velásquez y Obando Mera, con quien vivía en amancebamiento desde 1641… a quien también autoriza el padre Facundo para recoger todo el ganado que le debían por concepto de diezmos, situación que solamente tiene explicación por ser Marcela una hija espuria del citado cura con la mestiza Leonor Márquez de Fontidueña… Lorenza de Herrera también ha sido considerada como hija del presbítero Facundo Ramírez Herrera habida en una mestiza de apellido Rodríguez, la que recibió de parte del cura unas tierras en Altavista por 1657 o 58 cuando ésta casó con Juan Gil, apodado El Mozo, hijo natural del portugués Juan Gil González en una esclava de Juan Pérez Montilva…”.(13)

El padre Facundo testó y murió en Santafé de Antioquia, en 1665; y, según registro eclesiástico de defunciones, su hija Marcela también testó y fue enterrada en la Villa de Aburrá el 6 de noviembre de 1691.(5)

En conclusión, la fortuna de Velásquez venía de doña Marcela, y la de ésta venía del padre Facundo, ¿no?

Eh, ¡Qué chismoso sos vos! Pero aclarame una cosa, Orlando, si doña Marcela de la Parra nació en 1620 en la encomienda de Guayabal, y su padre biológico fue el padre Facundo; él debió ser el primer cura doctrinero del resguardo establecido en 1616 por don Francisco de Herrera Campuzano, ¿No creés? 

El padre Baltasar de Pereyra y Orrego era cura doctrinero por encargo en la encomienda de don Alonso de Rodas Carvajal, con quien tuvo pleito por cobro de estipendios; pero sólo estuvo hasta la visita de don Francisco Herrera Campuzano en marzo de 1616, cuando asumió en propiedad el padre Facundo Ramírez Herrera que levantó la capilla de Guayabal y ejerció hasta 1622, fecha en que volvió el padre Pereyra. A partir de 1626 aparece el padre Lorenzo de Cortés y Figueroa, hasta 1630 en que fue nombrado cura de Santafé de Antioquia. Lo sucedió el padre Juan Gómez de Ureña y Pimienta Valeros cuyos hermanos Antonio, Miguel, y José, se destacaron en la vida pública; mientras sus hermanas María, Ana Catalina, y Margarita, se destacaban por sus matrimonios en lo social. Fue el padre Juan el que en 1646 solicitó permiso para cerrar la capilla del resguardo de San Lorenzo en Guayabal y trasladar su ministerio a una nueva capilla al pie del cerro de las sepulturas del Sitio de Aná, puesto que por haberse desbandado ya tenía más españoles que indios en su doctrina. Tengo entendido que el Padre Tomás Francisco de Arnedo Paladines también fue cura por encargo en el poblado de San Lorenzo de Belén o Guayabal.(5) 

Para reponer la que había robado en San Jerónimo de los Cedros, robó don Alonso de Rodas Carvajal una custodia en la capilla de Guayabal.

Capilla que se desplomó por abandono en 1720. ¡Ay, si los escombros y las piedras hablaran!

A esta primera capilla de Guayabal, que antecedió a la iglesia de Nuestra Señora de Belén, siguieron otras. Al empezar el siglo XIX había algunas capillas viceparroquiales para descentralizar los servicios religiosos; como la de San Francisco Javier, que quizás sea el origen del nombre del barrio San Javier; la de Jesús, en el Salado de don Juan Correa, que quizás sea el origen del barrio de El Salado; la de la Asunción, en Guayabal; la de San José, en las Playas; la de los Dolores, en la Iguaná; y las de los Dolores, San José, y San Antonio, en Altavista; algunas de ellas bendecidas o inauguradas por el padre Lorenzo Castrillón a finales del siglo XVII.(5) 

No figuraba todavía la capilla de la Virgen de Belén en la finca que fue de don Carlos Coroliano Amador, luego de doña Camila Tobón de Sanín, y finalmente de las Hermanas Lauritas. Para diferenciarla de la iglesia de Belén, la capilla fue llamada Belencito, y dio nombre al barrio que creció a su alrededor.

La capilla de San Antonio en el corregimiento de Altavista dio nombre al sub-barrio que aún existe, y no debe confundirse con el caserío en el resguardo de La Estrella dedicada a San Antonio en el sitio de El Prado, ahora corregimiento de San Antonio de Prado de la ciudad de Medellín. 

En el libro de bautismos del padre Lorenzo Cortés de Ordaz aparece una partida que dice que “bautizó y puso óleo y crisma en el sitio de San Antonio de Aburrá a una niña nacida el 18 de mayo de 1648, a quien llamó María Gertrudis, hija legítima del capitán Antonio Zapata de Múnera y de doña Ana María de Toro Zapata. Fueron padrinos el capitán Diego Beltrán del Castillo y Jerónima de la Fuente”.(5) Allí se realizó el bautizo por ser la residencia del capitán Zapata, y este San Antonio viene a ser el de Altavista.

El padre Tomás de Zafra también estuvo bautizando en Belén. ¿Vos sabés si vivió en el alto que lleva su apellido y da nombre a uno de los barrios de la actualidad?

Algunos dicen que el nombre del alto viene del corte de la caña de azúcar; pero no, nada tiene que ver. Le viene de un antecesor del cura.

El camino de Altavista por el cerro del Barcino, hollado por los indígenas, bordea la montaña donde se asienta el barrio nombrado “Zafra” por haber sido del nuevo esposo de doña Juana Taborda, la joven que don Gaspar de Rodas convirtió en viuda sin hijos del viejo Francisco Moreno de León, viuda que en 1563 casó en segundas nupcias con don Fernando de Zafra Centeno.(14) Con el tiempo la herencia del difunto se pobló de casas a lado y lado de la vía que pasa por “Antonio José de Sucre” y “Tenche”. Otros caminos poblados a los lados conducían por La América a la Loma de San Cristóbal, pasando por el “Salado de Correa” y San Ciro de Aná o Robledo hacia San Sebastián de Palmitas en San Cristóbal, que era la vía natural para llegar desde el Valle de Aburrá a Santa Fe de Antioquia. Los caminos se bordearon de casas pero lo demás eran fincas, bautizadas por sus dueños, que dieron nombre a los urbanizados barrios de la actualidad.

En el “Salado de Correa” de San Javier, que hoy se llama barrio El Salado, tienen origen las quebradas La Salada y La Saladita que caen a La Hueso.

El nombre le viene de don Juan Correa de Soto y doña Catalina Durán, de Extremadura, que en 1675 figuraban en el sitio de Guayabal como poseedores de tierras en el Valle de Aburrá. Su hijo Pedro, casado en 1634 con doña Olaya Collantes, es tenido como tronco del apellido Correa en Antioquia.(12) 

4 TERRITORIO DE BELÉN

Hay divergencia entre historiadores, y yo me acojo a las tesis del Dr. Alberto Bernal Nicholls.(15) Vamos a asumir que “Otra Banda” es el occidente del Valle de Aburrá, margen izquierda del río Medellín, lo que sitúa a Belén y La América en Otrabanda. Para 1616 se fijó un poblado indígena en los alrededores del “cerrito redondo que hay en la mitad del valle”, con la primera capilla en territorio de lo que hoy es Medellín. Había otra en Copacabana, pero eso es otro cuento.

El cerrito tiene que ver, como lo tienen las quebradas Aguasal y de la Sal que caen al río Medellín. Según el Dr. Bernal, y tiene argumentos, la quebrada Aguasal no es la Santa Elena en oriente, sino la Hueso en occidente.

Los límites del resguardo que don Francisco Herrera Campuzano señaló en marzo 2 de 1616 “a los dichos indios de la población de San Lorenzo de Aburrá y para sus sucesores por términos y resguardos; para sus rozas, labranzas y sementeras; ejidos, propios, pastos, y baldíos; y para sus bestias y ganados y crianza de ellos” fueron: “…Desde la quebrada que llaman de Agua Sal, que está de la otra banda del dicho río de Aburrá, hasta donde entra y se junta con él; y el dicho río de Aburrá arriba hasta el mogote o cerrillo redondo que está en medio de dicho valle; y del dicho cerrillo, a dar al sitio de la casa de Antón; y de allí, al sitio que llaman “de los asientos viejos” de los indios de Aburrá, que llaman el Guayabal; y de allí, cortando el Bermejal; y de allí, todo el camino adelante que va al Ancón de los yamesíes hasta llegar a la quebrada que llaman de La Sal, que baja del dicho Ancón; y toda la dicha quebrada desde el dicho camino hasta donde se junta con el dicho río de Aburrá; y de allí el dicho río arriba hasta llegar a la cumbre y nacimiento de él; de allí, volviendo por las cabezas del dicho valle y lomas y cumbres altas, hasta caer otra vez al primer lindero de la dicha quebrada de Agua Sal, hasta donde se junta con el dicho río de Aburrá, aguas vertientes a él y a la población debajo de los linderos dichos”.(5) 

Todo indica que este resguardo estaba marcado “por el mogote o cerrillo redondo que está en medio de dicho valle” de Aburrá, y que esta descripción corresponde al Cerro Nutibara, ¿no te parece, Hernán?

En Belén estuvo este poblado desde 1616 hasta 1646, en que le fue asignado como resguardo el territorio de La Estrella a los indígenas, y al cura doctrinero se le autorizó traslado al sitio que con el tiempo sería “villa”, por ser caserío de españoles. La corona española prohibía, por razones de seguridad, que los españoles y su servidumbre indígena y esclava (negros, zambos, mulatos) vivieran en el mismo lugar, aunque estaba claro que debían estar cerca para poder prestar los servicios demandados. Eso de si El Poblado original quedó en la banda derecha del río, o en la otra banda, sigue siendo objeto de debate. 

Para finales del siglo XIX el territorio de Belén y La América perteneció, principalmente, a dos familias. De una parte, el bisabuelo materno de don Hernán, don Ricardo Restrepo Muñoz, cuyas propiedades iban por el occidente desde Belencito en La América hasta la Loma de San Cristóbal, lindando con propiedades de las familias Paniagua y Álvarez del Pino. Tuvo pocos herederos: el médico Emilio Restrepo Maya y su hermana Teresita fueron unos; además del abuelo de don Hernán, don Ricardo Restrepo Maya, padre de doña Aura Restrepo Velásquez, casada con don Ezequiel Velásquez Medina. 

Esos Paniagua, ¿tienen que ver con los de la Banda Paniagua de San Javier?

Los Paniagua eran descendientes del español don Juan Flores de Paniagua y sus hijos Carlos y Cristóbal; y los Álvarez del Pino, descendían de don Pedro, el hispanoascendiente de don Mateo Álvarez del Pino Tabares y su hijo el capitán Mateo Álvarez del Pino Lezcano. Las familias Paniagua y Álvarez del Pino emparentaron entre sí. Álvarez y Paniagua fueron pioneros en dar libertad y tierras a sus esclavos; por lo que estos, en agradecimiento, adoptaron sus apellidos y dieron origen a una numerosa afrodescendencia de Álvarez y Paniaguas en la Loma de San Javier o San Cristóbal; y en el barrio que bordea la quebrada la Madera, en Bello.(16) 

Lo que significa que la banda recibió el apellido Paniagua por adopción.

Por su parte los Restrepo se dividieron en dos ramas distinguidas con los apodos de “Platanares”, los de la línea recta; y “Pachereques”, los procedentes por línea paterna de don Juan José Tomás de Restrepo, hijo del padre Juan Ambrosio López de Restrepo y la negra Pacha; y por la materna descendían de doña Lorenza, que era Zamora por adopción e hija biológica del padre José Jerónimo de Betancur y Velasco con doña Lorenza López Atuesta y Correal de Ocampo, pariente política de un hermano del padre Juan Ambrosio. Hay otra línea de Restrepo por adopción, puesto que los esclavos del Dr. José Félix de Restrepo Vélez, impulsor de la ley de libertad de los esclavos; y del padre Cristóbal, su hermano; adoptaron el apellido y dieron origen a los llamados “Restrepo curas”, por ser el esclavo liberto José Vicente de Restrepo sacristán del padre Cristóbal en la iglesia de Santa Gertrudis en Envigado. El sacristán José Vicente, de nombre original Abdul-Alí, siendo Príncipe Heredero del Reino, fue raptado por unos traficantes de esclavos en Sudán o Nigricia (África).  A la muerte del Rey, sus súbditos lo descubrieron en Envigado y mandaron comisión para llevarlo a que asumiera la corona. Él se negó:(16)

Prefiero morir como esclavo liberto en tierra de cristianos, que reinar en tierra de paganos” –dijo, y abdicó al trono.

Cuenta el padre Jesús María Mejía que José Vicente fue contratado para la parroquia de Santa Gertrudis de Envigado por el primer párroco, su ex amo.  A sus descendientes Nemesio Restrepo, padre de “la Conga” Gertrudis; y Víctor Restrepo, hijo de la Conga; los llamaban “los Restrepo curas”, por tener origen en aquel manumiso del padre Cristóbal.(16)

A mi modo de ver, y a diferencia de otros Restrepo, no eran numerosos los Restrepo Maya de Belén; pero Restrepos y Velásquez se cruzan de manera macondiana y bíblica, puesto que los nombres de Ricardo, Ezequiel, Eliécer, Eleázar, y Eliseo, se repiten de una generación a otra con esos apellidos.

Lindando con los Restrepo estaban los Velásquez, cuyas propiedades iban desde La América hasta los barrios de Altavista y Granada en Belén. Fincas que en algún momento fueron propiedad del tras-tátara-tatarabuelo José Antonio Velásquez Toro, casado con Micaela Tamayo Peláez; y de ellos pasaron al tras-tatarabuelo Francisco, y a su esposa María Ramona Maya Posada; que pasaron, entre otros, al tatarabuelo Sinforoso, casado con Concepción Gaviria Castro; de estos al bisabuelo Ángel, casado con María Josefa Posada Estrada; de estos al abuelo Ezequiel, casado con Elena Medina Restrepo... Don Ezequiel Velásquez Posada tuvo 14 hermanos (Rafael, María Elena, Eleázar, Alfonso, Francisco, José Joaquín, Limbonia, Ana Josefa, Clara, Obdulio, Daniel, Darío, Ángel María y Eliseo) y las propiedades, por lo tanto, se fragmentaron.(17) 

Una de estas fragmentaciones fue la finca “Granada”, que perteneció a tu abuelo y a sus hermanos, ¿Verdad, Hernán?

El barrio Granada recibe su nombre por la finca que fue de los Velásquez; y en 1936 el abuelo Ezequiel, junto con su hermano Obdulio Velásquez (Posada), donaron el terreno y construyeron el colegio San Juan Bosco de las Hermanas Salesianas de María Madre Mazzarello. Ellos las trajeron a Belén, y las tuvieron en una casa sobre la calle 30, luego en la de Bernardo Velásquez en el parque, y finalmente las instalaron en el Barrio Granada.

Donde están los barrios Los Almendros y El Nogal, al lado del cementerio de Belén, tuvo tejares don Ezequiel Velásquez (Posada), padre del segundo Ezequiel Velásquez (Medina) y sus veinte hermanos, con lo que las propiedades quedaron no digamos fragmentadas sino atomizadas. Doña Elena Medina Restrepo, la esposa de don Ezequiel Velásquez Posada, era hija de don Germán Medina, de los Medinas propietarios de tejares que eran “dueños de toda la parte de Belén desde lo que hoy es la Universidad Pontificia Bolivariana hacia Tenche, al pie del cerro Nutibara, donde era el matadero de ganado de la ciudad”. 

De los de Francisco “Quico” Medina que en 1965 se veía ordeñando, vestido de sombrero de paja y alpargatas, carriel terciado y ruana, en su potrero de la quebrada “Altavista” con cra. 76, conocido como “manga de los Medina”.

Claro que hubo también otras familias que fueron adquiriendo terrenos, como los Cuartas y los Cadavid de los tejares; o los Sierra "Gavilanes", de La América.

Es que los Gavilanes, Gilberto y Emiliano Sierra, tuvieron propiedades por lo Velásquez. Doña Celia Velásquez Orta, la esposa de don Eduardo Sierra Echeverri, era tataranieta de don José Antonio Velásquez Toro y doña Micaela Tamayo Peláez; y nieta de don Rafael Velásquez Restrepo y doña María Fernanda Maya Posada. 

El Sr. Rafael Velásquez Restrepo, del corregimiento de La América, solicitó permiso para edificar una capilla a la Virgen de los Dolores en terreno donado por él, porque las parroquias de Belén y de Robledo distaban de ese lugar. El permiso fue concedido el 14 de abril de 1869 por el obispo Valerio Antonio Jiménez”.(18)

Los Velásquez dieron nombre a calles que llevaban a sus fincas. La carrera 84 se conoció como “Calle Velásquez Restrepo”, la 85 como “Calle Emiliano Sierra Velásquez”, y la 90 como “Calle Ulpiano Echeverri Velásquez”.

En Caldera de Atacama en Chile hay una calle en homenaje al misionero franciscano Juan de Dios “Crisógono Sierra Velásquez”, apodado “El Padre Negro” por el contraste de su piel oscura con la blancura de la hostia, que llegó a Chile procedente del barrio Robledo de Medellín. Es de otros Sierra y de otros Velásquez, según creo.(19)

Aunque genealógicamente Mayas y Amayas son los mismos, tu trastararabuela María Ramona Maya debió ser de los propietarios en Otrabanda, por matrimonio con los Álvarez del Pino, Hernán.

En el siglo XVIII doña María Álvarez del Pino Lezcano, hermana del capitán Mateo, se casó con don Juan José Maya Acevedo y tuvieron tres hijos: Salvador, continuador directo del apellido; María, continuadora indirecta; y el padre Manuel Ignacio A. Maya Álvarez del Pino, “que se firmaba Pbro. Manuel Amaya, anteponiendo una A a su apellido, y estaba emparentado con las mejores y más poderosas familias del Valle de Aburrá. Era dueño del cerro más alto de esta jurisdicción”.(20) El padre Amaya recorría en mula el camino desde Santafé de Antioquia hasta su predio de la Loma de San Javier; y cuenta la leyenda que un día venía cargado con oro en la faltriquera y se perdió en el cerro “El Moral”, de su propiedad, fragoso monte en límites de San Cristóbal con San Antonio de Prado al que, tras infructuosa búsqueda, siguieron llamando “Cerro del Padre Amaya”.(20)

Muchas cosas pasaron antes de que el 23 de abril de 1880 una creciente de la Iguaná le cambiara el nombre a “San Ciro de Aná”, cerca de la actual Cuarta Brigada del Ejército, y don Manuel José Álvarez Carrasquilla lo reconstruyera en lo alto con el nombre de Barrio Jorge Robledo. 

En Otrabanda había caseríos, pero el desarrollo vino a impulsarse por tres grandes motores: el transporte, con el tranvía eléctrico para la América y Belén en los años de 1920; el mejoramiento de vías, con la pavimentación; y la construcción de la Universidad Pontificia Bolivariana en los 40, proyectada para financiar con la venta de lotes aledaños urbanizables. Laureles y San Joaquín vienen de ese proceso ajustado al Plan Piloto de Valorización que incluyó el trazado de la avenida a Belén (calle 33), el de las avenidas universitarias (Bolivariana y Medellín), el de la avenida Nutibara (de Bulerías a Tarapacá), y “prácticamente se proyectó urbanísticamente el occidente del río Medellín”.(5)

5 PASO A LA URBANIZACIÓN DE BELÉN

Al proyectar la Avenida Bolivariana, que conduce de la calle San Juan hasta el parque de Belén, “Se hizo el trazado, pero no la obra, por dificultades insalvables con los dueños de las fajas”.(21)

En esos tiempos el progreso era lento. Aunque en 1890 hubo una planta de 50 teléfonos para servicio de lo que conocemos como el centro de la ciudad, apenas en 1919 se amplió a 3.000 líneas que llegaron hasta Acevedo, Envigado, El Poblado, y Caldas; pero los barrios del oriente tuvieron apenas unos pocos y los de Otrabanda no estaban incluidos, puesto que la masificación del servicio se dio apenas en la década de 1950.(5)

En 1919 la Honorable Junta de Fomento de la fracción de Belén solicitó al Concejo Municipal el tendido de líneas de energía eléctrica para el corregimiento, entendiendo como tal los alrededores del parque. Respondieron:

Estése a lo resuelto por el Concejo en sesión de 26 de agosto de 1919, esto es que se aplace hasta la inauguración de la Planta Hidroeléctrica de Piedras Blancas el suministro de energía eléctrica para las fracciones”.(22)

O sea que los servicios del centro de la ciudad tardaron en llegar a Otrabanda.

Había servicios, pero incipientes. Los construyó la misma comunidad.

Otra cosa era el suministro de aguas por particulares, antes de que entrara el municipio a regular, porque en Belén había contrabando y abuso:

Toman agua los que poseen títulos de propiedad en sus escrituras que dicen `tiene derecho al agua´… y toman agua muchos más, sin títulos ni derecho… los que toman en las dos derivaciones hechas antes de llegar a los Depósitos tapan la acequia principal en tiempo seco, y dejan sin agua la mayor parte del pueblo… por poseer los comuneros un viejo y deteriorado acueducto común para la conducción de agua a la cabecera, que nadie repara, y porque los aparceros se echan lo más que pueden, con perjuicio de los predios sirvientes… pero en verano el caudal escasea y el agua la acaparan los predios dominantes de suerte que el Distrito deja de recibirla para cuatro fuentes que tiene en las escuelas, tres en las calles, y una en la plaza… o porque, como los señores Velásquez, desean que se conserve el viejo acueducto destapado para regar sus fincas, y otros alegan que si se varía el acueducto no podrán llevar el agua a sus predios… ”.(22)

Don Ezequiel Velásquez Posada lideraba con la comunidad conversaciones que aún no se llamaban “mesas de trabajo”, y depuso sus intereses inmediatistas de finquero a favor del Municipio, para que éste asumiera el suministro de manera más amplia, condición que facilitó la posterior urbanización de ese sector.

Cuando uno lee la historia de La América y Belén, Hernán, encuentra parientes tuyos bien sea por lo Velásquez o por lo Restrepo.

O por lo Cuartas, o por lo Medina, o por lo Echeverri, o por lo Maya, o por lo Álvarez, o por lo Sierra, o por lo Cadavid. Todos estaban entroncados.

Por los lados del parque de Belén se tramitaba para 1919 la refacción o reparación de líneas privadas de acueducto y la integración con líneas de uso público tomadas de la quebrada La Picacha de Aguas Frías, con costos a dividir según la participación de los propietarios; lo que se desprende de lo solicitado por los vecinos, entre los que se encontraban los siguientes:

En Sept. 16 de 1918 se reunieron en esta inspectoría… Juan Pablo, Ángel María, Tomás, Salvador, y Ezequiel Velásquez; Misael Restrepo, Adriano Cadavid, Antonio J. y Marco A. Cuartas… el Distrito tomará razón de las pajas de agua… cada uno de estos se compromete a reconocer proporcionalmente los gastos que para arreglar la cañería correspondan… por la parte alta de Belén pasa la quebrada llamada `La Picacha´, que es capaz de abastecer muchas veces al pueblecito en cualquier tiempo…”.(22)

Más adelante aparece, en enero 25 de 1920:

Don Ezequiel Velásquez, por sí y como recomendado de los presbíteros Joaquín Peláez y Jesús Urías Gómez, y de la señora Sara Mesa… elevó a escritura pública la cesión de derechos de aguas a favor del Municipio, ya que se trata de un bien general… las mismas condiciones convinieron Antonio J. Cuartas y otros… Los señores Salvador, Tomás, y Ángel María Velásquez y el señor Adriano Cadavid dieron rotunda negativa de cesión… Se hace constar que el Sr. Marco A. Cuartas está ausente en una finca del río Cauca pero tan pronto como venga se le intimará para que concurra ante el personero… así mismo se hace constar que los herederos de Nicanor Upegui no concurrieron por espíritu de pusilanimidad… y que los Sres. Manuel Acevedo y Misael Restrepo residen en Medellín en los barrios de Quebrada Arriba y Guayaquil”.(22)  

Es curioso, Hernán, que para 1920 hubiera vecinos que no podían ser citados o no podían asistir al corregimiento de Belén porque vivían distantes ¡en Medellín!… en los barrios de Quebrada Arriba y Guayaquil. 

Curioso sí es, Orlando, pero hay que tener en cuenta que para 1929 la urbanización del barrio en terrenos de la cancha de fútbol Los Libertadores, que recibió el nombre de San Joaquín por la iglesia parroquial, estaba en veremos porque a la administración municipal eso le parecía muy lejos.

El personero municipal Horacio Tobar, y el gerente de obras públicas J. Mario Restrepo, dirigieron una carta el 24 de septiembre de 1929 a la Junta de Obras Públicas informándole que: “El Dr. Abraham Escobar A. a nombre del Sr. Joaquín F. Toro, ofrece ceder gratuitamente al municipio un globo de terreno para la construcción de casas higiénicas para la clase proletaria en el barrio San Joaquín de esta ciudad, y aunque la oferta es incondicional ya que no importa gravamen alguno para el Distrito de Obras Públicas, es nuestra opinión que no debe aceptarse porque dicho terreno, fuera de que es pantanoso, lo que hace costosa la edificación en él, está ubicado en un barrio muy apartado”, y luego agregan que “además está comprobado con casos recientes que esas cesiones gratuitas resultan gravosas para el municipio, unas veces por la calidad de las cosas cedidas, y otras porque éste no puede en un momento dado llenar las aspiraciones de los cedentes”.(22)

Eso está claro. “Nadie da una puntada sin dedal”. Si alguien regala alguna cosa, espera beneficios. Ni siendo bobo. Pero los personeros tenían razón porque para ese momento esos terrenos eran pantanosos por las avenidas del río Medellín en invierno, antes de que se hicieran las obras de canalización.

Los personeros hablaban con prejuicio por la lentitud de secamiento de los terrenos, puesto que la canalización del río fue propuesta en el Concejo de 1912. “Debió trabajarse en ella con eficacia, porque en 1925 se afirma que estaba concluida la mayor parte y se había dado al servicio en la margen oriental la avenida de Los Libertadores (Avenida Regional, de sur a norte)”.(5) Después se construiría la avenida de Los Conquistadores (Autopista al sur) en la Otrabanda.

Antes el río se desbordaba y se adentraba tanto formando playas, que había una laguna al pie del cerro que se conocía como “Charco del peñol Marcela de la Parra”. Allí los meandros del río daban la impresión de que el curso de éste no viniera de Caldas sino de la iglesia de Belén.(5)

El río en las crecientes arrastraba arenas que depositaba en los meandros occidentales, dando lugar al arenal conocido como “Las Playas”, en donde con el tiempo se construyó el aeropuerto Enrique Olaya Herrera en finca comprada a don Jesús Sierra Cadavid, como heredero de su padre don Jesús María “Pepe” Sierra.

Los descendientes del suplealcalde (1761) Silvestre “García” Cadavid Polé heredaron el tejar El Guamal de San Diego y el “Cerro Marcela de la Parra”, que entonces recibió el nombre de “Cerro de los Cadavides”. En 1927 lo vendieron a la  Sociedad de Mejoras Públicas que lo rebautizó “Cerro Nutibara”, poco antes de que la canalización del río lo alejara de Las Playas de Belén, homenajeando así a un cacique indígena cuyos dominios no estuvieron en el Valle de Aburrá sino por los lados de Dabeiba.

El matadero del cerro Marcela de la Parra o de los Cadavides, que tomaba aguas de la vecina quebrada Altavista, fue adjudicado en 1888 a los hermanos Pedro Nel, Tulio, y Mariano Ospina Vásquez, hijos del Dr. Mariano Ospina Rodríguez. En 1911 el matadero pasó al municipio con el nombre de un afluente que cae al río Nechí en límites de los departamentos de Antioquia y Bolívar.

Es un afluente al que el minero Antonio de Quintana “puso el nombre de Tenche, que ha conservado”.(23) Buscando oro en 1758 debió sacar algún pez barbado, de escamas pequeñas, parecido al tinca tinca; pez llamado “tenca” en latín tardío, o “tenche” en francés antiguo e inglés de la edad media, y de ahí debió tomar el nombre para el riachuelo.

Sos bueno para especular, pero tiene sentido. El Tenche del cerro Nutibara quizás venga del río, el río del pez, y el pez debió originar el escaso apellido del inglés Nicholas Tenche, que por no ser católico fue expulsado en 1627 de la isla de Tenerife en las Canarias.(24)

El nombre de Tenche no le fue dado por los hermanos Ospina Vásquez sino por unos trabajadores suyos de apellido Montes que “a principios del siglo XX, tras una furiosa creciente de la quebrada Altavista, la compararon con el río Tenche que nace en Santa Rosa de Osos y corre por Carolina del Príncipe, Guadalupe, y Angostura en el norte de Antioquia. Así, sin querer, bautizaron el sector(25) que se creyó tenía origen indígena con el significado de “río o agua bonita”, lo que algunos descartan porque no pudieron confirmar el uso de esa palabra entre las tribus que habitaron los alrededores.

6 ARRIBO AL SIGLO XXI

Con excepción del Corregimiento de Altavista, parte alta, que es una unidad político-administrativa separada; el Belén de hoy en sus 88.3 km2 tiene más de 160.000 habitantes y comprende los barrios que bordean la primitiva vía de ingreso de los españoles. Según registros, está compuesto por 22 barrios a saber:

Altavista baja - Belén parque - Diego Echavarría - El Nogal - El Rincón - Fátima - Granada - La Gloria - La Hondonada - La Mota - La Palma - Las Mercedes - Las Playas - Las Violetas - Loma de los Bernal - Los Almendros - Los Alpes - Miravalle - Nueva Villa de Aburrá - Nutibara - Rosales - San Bernardo.

En esa lista no están todos los barrios, Hernán, hay más.

Así es, Orlando, hay sectores que hacen parte de los anteriores.

Entre estos están Manzanillo y la Capilla del Rosario, de Belén Rincón. Urbanizaciones como El Rodeo, Rodeo Alto, Villas del Rodeo, Sol del Rodeo, Rayo de Sol, Marsella, Kalamary, Tierralta, Veleros, La Calleja, y otras. Sectores como Vicuña, Terminal, y Los Molinos. Además Los Sauces, Malibú, La Alameda, El Castillo, el Porvenir, La Nubia, Aliadas, Las Margaritas, Villa Café, Aguas Frías, y otros. 

Como Conquistadores, que era de Belén, y ahora es de Laureles; o Laureles, que era de La América, y ahora es comuna aparte; o los 28 habitantes de Tenche que viven en Belén y pertenecen a Guayabal.(25)

Son de cuatro familias con los apellidos Restrepo, Álvarez, Correa, y Ángel; que no por ser pobres dejan de estar relacionados con los apellidos tradicionales que poblaron a Belén.

Ahí están sólo los barrios de Belén, con las universidades Pontificia y de Medellín; ya que no incluye los de La América, con el Estadio y la Cuarta Brigada. Ni los de Guayabal, con el aeropuerto Olaya Herrera y el zoológico Santa Fe, construidos en fincas del muy rico José María “Don Pepe” Sierra Sierra, de los de Girardota, que tuvo zacatín de aguardiente en donde está la Plaza de Mercado de Tarapacá.

La división de Belén en más de 22 barrios se dio en lo que fueron fincas; y los herederos de sus primitivos dueños hicieron parte de esa transición legalizando situaciones de hecho en comunidades que, en los comienzos, fueron habitadas sin planeación; pero ésta llegó, y el parroquialismo dio paso al modernismo.

Con el tiempo las “dificultades insalvables con los dueños” se solucionaron.

El 15 de septiembre de 1940 “Se inauguró solemnemente la carretera (hoy avenida) Bolivariana que va en línea recta desde la Refrigeradora Central en la carretera de La América (hoy calle San Juan) hasta la plaza (hoy parque) de Belén”… “Pero ahora, con motivo del proyecto de la Universidad Católica Bolivariana, cuyos terrenos quedan sobre la carretera, la Junta Económica logró construirla con grandes esfuerzos”… “Los gastos de compra de fajas y construcción son por cuenta del Municipio de Medellín, y la Junta Económica le ha prestado dinero que el Municipio devolverá al cobrar el impuesto de valorización sobre los predios adyacentes a la carretera”… “He aquí el detalle de algunas fajas compradas: … a Juan C. Medina… por valor total de $7.000… a Bernardo Velásquez una manzana inmediata a la plaza (parque) de Belén  por $34.000”.(21)

Hoy hay barrios llamados Belén y Guayabal, pero el occidente todo se llamó en un tiempo “Guayabal”, y en otro se llamó “Partido de Otrabanda”.

El caserío cerca a las fincas de los Restrepo y los Velásquez se llamó en la segunda mitad del siglo XVI, “Asientos viejos de Aburrá de los Yamesíes en el Guayabal”; en 1616, se convirtió en el resguardo “Poblado de San Lorenzo”; después se llamó “Otrabanda de Aburrá”; y luego fue denominado “Sitio de Guayabal”; en 1814 pasó a llamarse “Belén de Otrabanda”, haciendo referencia al nombre de la parroquia de Nuestra Señora de Belén; para mediados del siglo XIX, se llamó “Partido de Belén”; y luego simplemente “Belén”, antes de que en 1963 el acuerdo 52 del Concejo de Medellín lo convirtiera en “Comuna 16 de Belén”.

Las divisiones político administrativas, Hernán, continuamente están recibiendo ajustes y cambios. En estos momentos La América es la zona centroccidental que comprende las comunas 11 de Laureles, 12 de San Javier, y 13 de La América, con gran cantidad de barrios dentro de ella. Por su parte Belén es la zona suroccidental que comprende las comunas 15 de Guayabal y 16 de Belén, con otra gran cantidad de barrios en su territorio. No paramos de crecer.

El Dr. Rubén Darío Restrepo decía, al hablar de Laureles, que “muy pocas instituciones han ejercido tanta influencia en el progreso de una ciudad como la que ha tenido la Universidad Bolivariana, que permitió el planeamiento de un vasto sector urbano abierto a los más adelantados sistemas de urbanismo”… 

Decía él que “el zancudo merece un monumento, porque conservó para su integración a la ciudad las tierras del occidente, que de haberse poblado masivamente antes lo hubieran sido con habitantes de mala clase”.(5)

Hombre Orlando, estamos debiéndole ese monumento al zancudo.

Los estudiosos han clasificado seis estratos socioeconómicos, asignando el estrato 1 para las construcciones de invasión, sin planeamiento urbano, a las que les ha llegado una intervención municipal tardía para integrarlas al conjunto del tejido social; y se sube hasta el estrato 6 para denominar a los de mayores ingresos y calidad de vida. Es así como en pocas cuadras se encuentran ambos extremos en una convivencia forzosa e ineludible que dista de lo que los colonizadores españoles se proponían: una villa para blancos, con marco definido (lo que hoy es el centro); un resguardo para indígenas, en territorio separado (lo que era el poblado de San Lorenzo); y un sector para los zambos, mulatos, y esclavos de raza negra, en los ejidos o afueras de lo que era la villa de entonces (Guanteros y Niquitao). Pretendía la autoridad tener a las gentes distanciadas, pero las gentes encontraron la manera de cruzarse entre las sábanas. “La llamada raza antioqueña se formó en este Valle de Aburrá por mezcla de españoles, especialmente vascos, llegados de Europa en los siglos XVII y XVIII, con mestizas o criollas nacidas aquí en la segunda mitad del siglo XVI, producto de la unión de conquistadores con indígenas”.(15) Hoy convivimos en un mestizaje intrínseco e innegable. Los condominios cerrados de estratos 5 y 6 distan apenas unas cuadras de los asentamientos, con fuerte y definida afrodescendencia, de estratos 2 y 3, en una cercanía y segregación que opera en ambos sentidos, como ocurre en Belén Rincón donde “Entre los antiguos habitantes del barrio y los de las nuevas urbanizaciones se detecta una desconfianza del uno hacia el otro porque para el uno el otro es un extraño.  Y el fenómeno se repite en el interior del barrio antiguo, como es el caso de la colonia chocoana diciendo que `Aquí no se reciben blancos´ para segregar a los nativos en sus fiestas y prácticas culturales”.(26)  

Yo conocí a Belén Rincón cuando la Loma de los Bernal era una finca, y la Avenida 80 era una trocha que estaba apenas en construcción.

La aldea pobre de Belén Rincón gozaba de unión, todos los vecinos se conocían y compartían desde fiestas hasta comidas. Solía tener el ambiente de una gran familia, autónoma, alegre y solidaria. Las calles eran escenario de encuentros entre vecinos donde se compartía desde un saludo hasta información de cómo estaban las familias de cada uno. Después de ser incluido como parte de Medellín en el Plan de Ordenamiento Territorial, empezaron los cambios y el barrio empezó a sufrir un fenómeno de desplazamiento silencioso, ya que llegaron nuevas urbanizaciones que subieron el estrato y los impuestos del sector y, en consecuencia, los dueños de las fincas y las tierras que estaban alrededor tuvieron que vender para irse a otro lugar donde pudieran pagar los impuestos. Por esa accidentada llegada de los nuevos pobladores se fue creando en los desplazados y las personas que habían vivido allí toda su vida un sentimiento de resistencia y de nostalgia por el pasado… Como opina doña Nanda, `ellos llegaron, tumbaron las finquitas, y se encerraron tras esas rejas que cubrieron con bambú para que no los fuéramos a tocar, para no vernos y que no tuviéramos nada que ver con ellos… viven en el barrio, pero no participan de él´. Ahora las historias que solían contar los abuelos para pasar su legado de generación en generación, y que además creaban un sentido de pertenencia por el barrio y su cultura, se han cambiado por la falta de pertenencia de las nuevas generaciones y los nuevos pobladores… Hoy esas historias que ellos contaban en las tardes, meciéndose en sus sillas, y que los nietos escuchaban extasiados una y otra vez, han ido muriendo con los viejos, que ya no son escuchados, y va quedando bajo el concreto la memoria, la identidad de lo que alguna vez fue una aldea de vecinos de familias extensas… bajo el concreto de las urbanizaciones están hoy las fincas de casas de tapia y los recuerdos que antaño tuvieron tanto valor. Ahora Belén Rincón es apenas un barrio más de Medellín. Por esta razón escribí el libro que es la voz de los abuelos, de la memoria… para que no quede enterrada bajo el concreto… que también a ellos se los ha ido llevando poco a poco”.(27)

Belén Rincón ya no es un rincón. Se llenó de urbanizaciones de conjunto cerrado, con nombres exóticos que deben espantar a sus antiguos moradores.

Los nombres de los barrios de hoy y sus habitantes, para emplear el símil que propusiste, Orlando, equivalen a capas de cebolla.

Y en esas capas se encuentra tu familia, Hernán, que no sólo fue dueña de terrenos en Otrabanda sino actora de la transformación en nuevos barrios.

Los parientes de Hernán figuran en la construcción de la Avenida Bolivariana en la década del 30, desde San Juan hasta el Parque de Belén. Allí se inicia en la ciudad el concepto de derrame de impuestos de valorización para llevar a cabo tales obras. En la década del 50 el canónigo Ignacio Duque Salazar funda el Liceo San Rafael en una casa que era fábrica de tabaco y fue comprada a don Obdulio Velásquez Posada, quien dirigió los trabajos de construcción cuando la casa fue demolida para construir el nuevo edificio del liceo. 

Es Hernán Velásquez, pues, sobrino nieto de don Obdulio y memoria del transitar por fincas que fueron de los abuelos y ahora son barrios densamente poblados de la que ya no es ciudad sino área metropolitana; con límites que se han borrado, y se confunden, entre un municipio y otro del Valle de Aburrá. 

Mucha agua han derramado las quebradas Altavista y la Picacha desde que Belén era una vereda alejada de la cabecera de la villa hasta convertirse en comuna de la zona sur-occidental de Medellín. 

Olvidado el tranvía, al iniciar el siglo XXI el Metroplús es el último aporte del modernismo a lo que fueron fincas de don Ezequiel. 

Sería posible, Hernán, que cualquier día caminaras por la “Calle Velásquez” a medianoche y te toparas con el espíritu de algún tatarabuelo que la trajinó.

Belén sigue creciendo y el espíritu del abuelo Ezequiel se perdería, con seguridad, si le diera por venir a desandar pasos por lo que fueron sus fincas, de las que sólo reconocería los nombres en los itinerarios de ruta de los buses.

NOTAS AL MARGEN

(1) Gutiérrez González Gregorio. Poema A Medellín. 

(2) Velásquez Restrepo Hernán y su hermano Federico. Conversación en el corregimiento de San Félix, diciembre 31 de 2011. Este escrito se inició en una conversación informal, que no fue copiada textualmente, y los Velásquez son un hilo conductor que se usó como pretexto para introducir diálogos, emitir opiniones, insertar citas de lectura, o hacer mención de datos históricos y genealógicos que sólo comprometen al autor.

(3) Ramírez Casas Orlando. Escritor nacido en Medellín (1945), autor de los libros de crónica e historia urbana “En Altavista se acaba Medellín” y “Buenos Aires, portón de Medellín”.

(4) Vélez Granda Albéniz (albenizvelezyahoo.com.mx). Barrio Belencito, reseña histórica. Mapa “Plan de Belencito 1920”, en http://barriobelencito.blogspot.com 

(5) Piedrahita Echeverri Javier (Pbro.). Documentos y estudios para la historia de Medellín. Agosto de 1975, Concejo de Medellín, Editorial Alcaldía de Medellín, 731 págs. Auto del Resguardo Indígena de El Poblado de San Lorenzo de Aburrá, y otros. Págs. 174-179. Relatos del cronista de indias Juan Bautista Sardella.

(6) Melo González Jorge Orlando. Colombia es un tema –espacio e historia de Medellín- (Cap. IV-La ciudad moderna).

(7) Municipio de Medellín, módulo de Geología. Robert Scheibe, Emil Grosse, Gerardo Botero Arango:

(8) Colombia.buscamix.com. Historia de Medellín:

(9) López L. Néstor Alonso. El Tiempo.com. Artículo Hallan restos de un hombre que vivió en 1540:

(10) (a) Robledo Correa Emilio. Vida del mariscal Jorge Robledo.

(b) Sardella Juan Bautista. Relación del descubrimiento de las provincias de Antiochia por Jorge Robledo. Repertorio Histórico de la Academia Antioqueña de Historia, nro. 3, octubre de 1921:

(11) Montoya Mejía Luis Carlos. Monografía del municipio de Heliconia (Guaca), 1938.

(12) Arango Mejía Gabriel. Genealogías de Antioquia y Caldas. Álvarez, Correa, Paniagua, Restrepo y Velásquez. 

(13) Arango E. Vicente F. Sotanas inquietas de Antioquia. Cap. Padrones de la raza. Jun/2006, pág. 29 a 33.

(14) Naranjo Ramos María Emilia. Capitán Fernando de Zafra Centeno, militar español (siglo XVI).

 (15) Bernal Nicholls Alberto. Miscelánea sobre la historia, usos y costumbres de Medellín. Edit. U. de A., 1980. Nota en la 1ª edición: “Relato de lo que vi, leí y oí de personas mayores, serias y de buen juicio, ceñido todo a la más pura veracidad”.  Bernal Nicholls (*1900, †1982). Apéndice (pag. 114 a 117), con el artículo La verdadera historia del origen de Medellín, publicado por el Magazine Dominical de El Espectador el 2 de abril de 1978.

(16) (a) Garcés Escobar Sacramento. Monografía de Envigado.

(b) Centro Virtual Isaacs de la Universidad del Valle. Alfredo Vanín. Entrevista a Alejandro Tobón y María Eugenia Londoño, del Depto. de Arte de la Universidad de Antioquia, sobre la contribución de la afrodescendencia a la música, y la participación de las familias Álvarez y Paniagua con la Banda Paniagua de la Loma de San Javier.

(c) Muñoz Delgado Edgar Alonso La Madera: crónicas de un barrio invisible–barrio Madera en Bello–, colección Cielos de Arena del Fondo Editorial EAFIT, 2002.

(17) Pareja Mejía Enrique y Restrepo Jaramillo Iván. Árbol genealógico “geneanet.org”, Ezequiel Velásquez Posada:

(18) Iglesia de Nuestra Señora de los Dolores, de la América. Wikipedia de Google:

(19) Juan de Dios “Crisógono” Sierra Velásquez, “El padre negro”, Caldera de Atacama (Chile):

(20) (a) Quién es quién en 1810, 1ª parte –Guía de forasteros del Virreinato de Santa Fe para el primer semestre de 1810, Gobernación de Antioquia y Cabildos–. Díaz López Zamira, Gutiérrez Ardila Daniel, Jaramillo Velásquez Roberto Luis, Martínez Garnica Armando, Ripoll Ma. Teresa. Biblioteca Luis Ángel Arango, Banco de la República.

(b) Llano Juan Guillermo. Técnico de RCN Radio Televisión en el Cerro del Padre Amaya. Leyenda oral oída de don Guillermo, su padre, y contada al Dr. Mario Ceballos Zuluaga, gerente local de la cadena. 

(21) Olano Estrada Ricardo. Memorias, Vol. II, correspondientes al día 23 de septiembre de 1940. Presidente de la Sociedad de Mejoras Públicas y del Concejo Municipal de Medellín.

(22) Actas del Concejo Municipal. Archivo Histórico de Medellín. Biblioteca Virtual de Antioquia, Universidad de Antioquia, Barrios La América y Belén –tomo 373, folios 54-74, expediente sobre aguas para Belén, 1920.

(23) Restrepo Maya Vicente (1837-1899). Estudio sobre las minas de oro y plata de Colombia. 

(24) Fajardo Spíndola Francisco, de la Asociación Española de Americanistas, ensayo 132 “Comerciar con el enemigo: Canarias y la guerra contra Inglaterra, 1625-1630”, nota de pie de página nro.8. 

(25) Valencia Gil Juan Carlos. Artículo “Tenche, el barrio de 28 habitantes”, publicado en febrero 9 de 2012 en El Colombiano.com, con cita de Hugo Bustillo Naranjo: “Microhistoria: de la creciente salió su nombre”:

(26) Habitar y comunicar, Belén Rincón, publicado por la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Sede Medellín en Ensayos Forhum 20. 

(27) Boletín de la Institución Educativa Alcaldía de Medellín, de Belén Rincón, correspondiente al mes de abril de 2007. Declaraciones de Diana Isabel Duque Muñoz, autora del libro Bajo el concreto: memoria de Belén Rincón, publicado en el 2006 por Comfenalco y la Alcaldía de Medellín.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario